
Caminaba de manera tranquila sobre un fondo blanco sin fin, sin color, cuando
aparecieron figuras sin sentido de ser o estar que no puedo explicar con
certeza. Algun
as imágenes brillaban hasta hacerme entrecerrar los
ojos pero otras eran borrosas, casi invisible y algunas estaban tachadas al
punto de ser ilegibles. Pude ver a la chica de los lentes rosados observando
como me convierto en contorsionista en medio de sus manos, pude ver a la niña
del espejo abrazada de una pierna larga mientras llora para adentro cuando
cruza por mis ojos, también estaba la chica de papel, esa que no ardió a pesar
que la dejé cerca de la fogata. Por ahí andaban las de los salvavidas, una a
quien quise rescatar de la tempestad pero encontró barco que se la llevara
cuando ya me había lanzado al agua y la otra que llegó en un barco siguiente
para arrojarme mucho botes y muchos chalecos pero no quise tomarlos y empecé a
nadar a contra corriente. Cruzó la niña mala, que se portaba bien de cuando en
vez, que no quería que la recuerden pero hacía todo para no olvidarla, nunca
supo realmente como ser mala. Me alegró ver a la más pequeña con papel y lápices en
la mano saliendo del parvulario, además pude ver a la dueña de la montaña que
solo sabía decirme vamos a nuestra casa a pesar de que yo estaba en la mía bien
abrigado. Pasaron cual lluvia las que no tiene nombre ni apellido y que sólo
tienen rostro de noche o de día pero no consiguen uno para toda la vida, las vi
aparecer desde el cielo para luego diluirse al llegar a la tierra. Anduve poco
rato tratando de buscar una que hablaba en 20 idiomas pero parece que se mudó a
otros recuerdos. Fue un viaje singular del que no estoy seguro estar muy
contento pero ciertamente no estoy molesto.